Dealing with Stress Biblically

Todo el mundo lidia con el estrés en algún momento, y los cristianos no son inmunes a las presiones y trampas de la vida.

El estrés tiende a golpearnos cuando estamos demasiado cansados, cuando estamos enfermos y cuando estamos fuera de nuestro entorno seguro y familiar. Cuando asumimos demasiadas responsabilidades, en momentos de dolor y tragedia, cuando nuestras circunstancias se salen de control, nos sentimos estresados. Y cuando no se satisfacen nuestras necesidades básicas, nos sentimos amenazados y ansiosos.

La mayoría de los cristianos comparten la creencia de que Dios es soberano y tiene el control de nuestras vidas. Creemos que nos ha dado todo lo que necesitamos para vivir. Entonces, cuando el estrés domina nuestras vidas, en algún punto del camino hemos perdido nuestra capacidad de confiar en Dios. Eso no quiere decir que una existencia libre de estrés en Cristo sea fácil de obtener. Lejos de ahi.

El diccionario define el estrés como "esfuerzo o tensión física, mental o emocional". Algo de estrés es necesario e incluso bueno, como la tensión física que ponemos en nuestros músculos para fortalecerlos. Pero cuando hablamos de "estrés", por lo general nos referimos a tensión o tensión mental o emocional excesiva o negativa. Si bien el "estrés" no se menciona específicamente en la Biblia, las Escrituras sí hablan de cosas como la ansiedad, la preocupación y los problemas, cosas que a menudo asociamos con el estrés, y nos dan respuestas claras sobre cómo debemos lidiar con ellas.

Todo el mundo sufre de estrés en un momento u otro. La forma en que lo enfrentamos naturalmente depende en gran parte de quiénes somos. Para algunos, el estrés emocional provoca enfermedades físicas. Otros pueden volverse hiperproductivos. Por otro lado, algunas personas bajo estrés se cierran mental y emocionalmente. Y, por supuesto, hay una variedad de otras respuestas. El estrés es una experiencia humana común, particularmente en un mundo donde las demandas de nuestro tiempo y atención parecen no tener fin. Nuestros trabajos, salud, familia, amigos e incluso las actividades del ministerio pueden abrumarnos. La solución definitiva al estrés es rendir nuestras vidas a Dios y buscar Su sabiduría con respecto a las prioridades, así como Su capacidad para hacer las cosas a las que Él nos llama. Él siempre da lo suficiente, por lo que no debemos ser derrotados por el estrés.